martes, 12 de enero de 2010

Un orni encomedio e la güerta.



Esta verdaera estoria pasó, hace una parvá e años, en er partío e Cobatillas, encomedio e la güerta, ande er tío Juan Garre, mas conocío por Gachasmigas, tié una tierra mu bien cudiá, con unas crillas asín de jrandes (anqu’esté feo señalar) y un roal e malacatones que dá loria mirallos.

Pos estaba er güen hombre jalándose un ajo-pringue y pensando en unas pagamentas, cuando allegó la Juensanta, su hija moza, por er carril der azarbe.

-Digo, paere, que si osté no manda otra cosa, la Maruja y yo queremos ir al anochecío ar güerto der tío Flugencio. Y no es pa ná malo, que nusotras semos moernas, pero sin desagerar. Alluego, er mesmo tío Flugencio nus trae y asín no venimos solas.

-¿Y se pué saber pa qué pijo vais ar güerto ese, dimpués d’acostarse las gallinas?

-Pos pa eso der orni. El arradio ice que allega esta noche aquí, a este partío.

-No sé que gatuperio es eso der orni. Si no me lo esmoñigas una miaja

-Lo de los trasterrestres, paere. ¡Si lo han puesto en er cine y tó!... Se ve una lus mu jrande y deseguía va bajando de to lo arto una cosa reonda como una lebrilla, con una musiquica mu güena. Y aluego icen qu’asoman la caeza unos nenicos y si esfisan gente honrá le hablan y l’enseñan l’aronave.

Er tio Gachasmigas s’arrascó un esjince que tenía en er cuello y replicó:

-Pos si es aronave, muncho mejor sería, digo yo, que bajara en Cartagena, qu’es puerto e mar. Aquí no hay agua ni pa una sé.

La Juensanta no sabía desplicar aquello que p’ar probe hombre era un gallomatías.

-¡Ay, paere! Es que se llama aronave como podía llamarse corrigüela. Las cosas de los trasterrestres son asín.

-No sé, no sé dudaba er güertano-. Tos esos chismes que volotean a mí me paecen besibilos u pantasmas.

-Vienen der cielo, paere. Y der cielo no pué venir na malo.

Er Gachasmigas se queó una miaja pensativo.

-Tamién es verdá. Ar fin y a la prepartía, serán gente d’Ilesia.

Y como la Juensanta teníba la enza d’ir ar güerto der tío Flugencio, por lo que dimpués se dirá, er Gachasmigas s’ejó convencer por la moza.

Tanimientras, en la barraca der tío Julián er de la Gaspara, pasaba argo mú parecío. La Maruja, que tamién era moza, le sortaba a su paere la soflama de que el arradio había dicho qu’un orni iba a caer encomedio e Cobatillas, y qu’er sitio endicao era er güerto der tío Flugencio, que estaba mesmamente ar gorver er puente e la cieca, u sea, a la vera der camino e la frábica e conservas.

Er tío Julián no veía mu claro aquello de que la Maruja juese a lo der orni cuando ya estaba escurecío, pero tantas repalandorias le sortó, quel hombre, con la cansera de tó un dia e trebajo, ijo que güeno, pero con er conque de que no gorvieran tarde.

-¡Vaya retólicas que tié la moza! pensó er de la Gaspara-. Estaba yo dimpuesto a icille que no y ar final s’ha salío con la suya.

Lo que no sabía er güertano, ni podía imaginallo siquiá, es que lo der busili der orni era un supreflugio e los novios e la Fuensanta y la Maruja, u sea, er Ramón y er Mariano. Y muncho menos que to ese enreo no teníba otra dentinción qu’irse las dos parejas a lo más escondío d’un güerto pa hacer toas las picardías que pudieran. Y es que los tiempos están mu regüertos y la joventú ha perdío er pudol y la ecencia.

Como iba iciendo, las dos mozas, sin más desplicadurías a naide, se jueron con los novios a la finca der tío Pencho, y se metieron por los limoneros dista unas bardas ande florecían alarises y jasmines, y allí s’asentaron.

Platicaron un ratico, s’encendieron las estrellas, cantaron angunos grillos, y los mozos, qu’eran rebullentejos, principiaron a encalabrinalse, amparaos en la escuriá.

-¿Se pué saber qu’haces, Mariano?

-Na, mujer, arrepretalme un poco pa ver si er orni aparece.

Y con la otra pareja casi la mesma estoria.

-Las manos quietas, Ramón, que no hemos venío a eso.

-Es qu’esto der orni me pone un poquico enquieto. Sólo queríba hacerte una caricia.

-¡Si es que no paras, hombre! Y con lo escuro qu’está me dá miedo. Es como si m’estuviá tocando un aparecío.

Pasaron unos menutos y los mozos encelaos en lo suyo.

-Me paice a mí dijo de pronto er Mariano- que los der orni no vienen por lo que yo me sé.

-¿Y qu’es lo que tú te sabes? preguntaron ellas.

-Que s’asustan ar devisarnos tan vestíos. En las estrellas y to eso d’arriba no llevan denguna ropa. Allí no es costumbre.

Er Ramón, qu’era avispao, l’echó una mano a su amigo pa mejor conseguir sus prepósitos.

-Es verdá. En las galarsias no usan fardas ni carzones ni tos estos moernismos.

-¿Seguro?

-Tan cierto como qu’estamos vivicos y coleando. ¿Tu has esfisao angelicos vestíos con zaragüelles?

-Pero los trasterrestres no son ángeles

-Se paecen muncho, munchísmo. Vienen der mesmo sitio.

-Tampoco hace farta quitárselo tó -ijo er Ramón p’animar a las zagalas-; pero si nusotros nos quitamos las camisas y vusotras las brusas, la cosa cambia una barbariá.

-¿Tu crees? gorvieron a preguntar ellas.

-Dende luego. Y aemás, aquí no hay sofoco pa naide por lo escuro qu’está to. Y que s’hace pa qu’er orni ese venga de una ves.

No se sabe si las mozas creiban de güena fe que la ropa era un estolbo pa lo der orni o questaban ya recalentás con los arrepretones y los palpeos. Er caso es quentre risicas y palabras tiernas, se despechugaron deseguía.

Y pasaron varios menutos más.

-Pero ¿no viene er orni?

-No tengais apuro, que to llegará.

Al ratico, otra ves:

-Pero, ¿es que no baja?

Y er Mariano y er Ramón, inventando fantasías pa seguir en su faena.

-S’habrán rescullío pa l’Arboleja. No tardará. Primero s’oye una musiquica y aluego se ve la lus. Vusotras tranquilas, qu’estais bien acompañás.

De pronto, la Maruja dio un repullo:

-¡La lus!, ¡la lus!. ¡Ya están aquí!

Y allí estaban, dende luego. Pero no los ornis y toas esas turomaquias, sino tres presonas que venían mu abonico con linternas y garrotas.

Resurta qu’er tío Gachasmigas se queó con er regomello de si lo de los trasterrestres sería anguna cosa mala pa las zagalas, y como era argo viejo y esconfiao, llamó a dos sobrinos que vivían allí mesmo, en er quijero e la cieca, y se fueron p’al huerto der Flugencio.

Ar devisar a las mozas tan espechugás y con la ropa esturreá por l’arfarfa, ar tío Gachasmigas por poco le dá un pipirijate.

-¡Sinvelgonzones, que seis unos sinvelgonzones! Esto era lo der orni ¿eh? Pos aquí teneis er orni”…

Y con la garrota en arto se puso a repartir maera a los mozos, que salieron disparaos como cobetes en cuanti que pudieron.

Ellas s’arrepretaban la una contra la otra y pedían perdón con una llantera mu jrande.

-¡No teneis moral, ni prencipios, ni ná! Ar menor descudio os esfarais. ¡Mardita sea! ¡Tan mansas como pareciais!

S’armó tal desageración d’aspamentos y gritos qu’encomenzaron a dispertarse los fecinos. Er primero jué er tío Flugencio, que se creíba qu’eran ladrones. Se maliciaba er tío Pencho que le robaban los limones y, por si acaso, pegó dos tiros al aire y chilló con una vos mu juerte:

-¡Tó er mundo quieto u llamo a la Gualdia Civil!

Er tío Cerriche, que vivía cerca, dio un sarto en er catre, blanco como la paré:

-¡Josefa, otro gorpe d’Estao!

-¡Virgen e la Juensanta! ¿Y qu’hacemos?

Er Cerriche no lo pensó muncho:

-¡Ar suelo, ar suelo abora mesmo! ¿No t’acuerdas de la tele?

Escagarrizaos de miedo y apretaïcos contra er catre, er Cerriche y la Josefa, ejaron pasar un güen rato, encomendándose a tos los santos der cielo.

Ar dia siguiente, er Gachasmigas platicaba con su mujer:

-Digo, María’l Calmen, que por si una cosa u por la otra, la nena y er mindango ese deben casarse como Dios manda. Asin que nos vamos a Murcia a mercar lo preciso, que yo no quieo andar en llenguas.

2 comentarios:

  1. GRACIAS POR TU COMENTARIO, IMPER: Me has hecho reír por partida doble: con tu post del Orni -güenísimo, amigo- y con lo de Almacenado.
    Un fuerte abrazo para ti y besos para doña Imperter.

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  2. Buenas tardes, amigo
    me alegro de verte activo,
    entraré a verte a menudo,
    ¿aún sigues en LD?
    dale recuerdos a todos
    y un abrazo para ti

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