lunes, 18 de enero de 2010

Bando panocho del año 1.994



Como Perráneo que soy
sin enchufes ni monsergas
pa jobernar con mi vara
y las forlas colgaderas,
indirgo er prisente BANDO
qu’he sacao e mi mollera
pa que tos los zudiadanos
lo cumplan ar pié la lletra.

PRIMERO

No consentiré a nenguno
de la zudiá ni la güerta,
que s’hable e pulítica
anque la cosa esté negra,
q’abora hay muncha gente
metía en esa materia
buscando mojar la sopa
aentro e la cazuela,
y’anque soy argo tontucio
no m’he caío d’una higuera
pa saber que lo que buscan
es agarrarse a la teta
y chupar mentras le quée
una gota tan siquiera.
Y’anque angunos son mu listos
esimulando la faena,
se piensan que los engañan
haciendo munchas plomesas,
y’icen que los darán
anque sea la Loria mesma,
y que ya no habrá más paro
por curpa e no haber perras,
q’arreglarán los caminos
y limpiarán toas las ciecas,
y pa tuiquios los zagales
empinarán más escuelas,
y tamién risolverán
el’asunto e la vivienda
pa que toas las familias
tengan barraca moerna,
y no vivan tos rigüertos
zagales paeres y agüelas,
qu`eso no lo mandó Dios
ni la Santa Máere Ilesia.
Pero no quió que naide
e mi Partío sea festia,
y se deje engatusar
con plalabras zalameras,
q’anque el güertano sea probe
y’irnorante e nacencia
poique su páere no jué
nengún ratiquio a la escuela,
tié que tener su miajiquia
d’eso que tanto escasea
y no ejarse engañar
con músicas ratoneras,
que naide reparte duros
dándolos a cuatro pesetas.

SEGUNDO

Rimaniente a las costumbres
e la juventú moerna
q’andan tos esfarataos
y locos e la caéza,
no quió q’en mi Partío
haya nenguna trigedia
como pasa en otras partes
con tanta atropellaera
por curpa e los drogaos
y zagalas volanteras,
q’abora con er destape
y la pirdora moerna
por’ande quiá que vas
no ves mas qu’esferjüenzas,
que a los jóvenes d’abora
no l’importa una puñeta
que sus paeres sean honraos
y trebajen como festias,
poique ellos no dan gorpe
ni en el bancal ni en la escuela.
Y’es que la moas d’abora
que nus han metío d’ajuera
han rigüerto a los zagales
y los tién moscaretas
por curpa e las mociquias
qu’hista la panza enseñan,
poique s’hacen los vestios
con un palmiquio e tela,
y’ofrecen la mercancía
que guardan en la dispensa
pa que lo mozos relinchen
y repullen como festias.
Pero si yo pesco anguna
prevocativa y’orcena
que previerte a los zagales
por vestir con poca tela,
u toma la pirdoriquia
sin que su maere lo sepa
por si tié angún descudio
y no pué dirse a l’Angalaterra,
l’agarraré del piscuezo
y la zambullo en la cieca
y no la saco lo menos
hista que pasen las fiestas,
y como abora está el agua
adurterá y discompuesta
que se secan los pimientos
y las cosas e la güerta,
como se pegue angún trago
sin querer, la peñetera,
es como si juá una purga
e ricino u sardiguera,
y’ansina cuando la saquen
no tendrá más gana e juerga.

TERCERO

La custión e la comía
s’ha subio a las estrellas
y como está tan arriba
er probe no pué cogella,
y se tié q’arreglar
comiendo crillas y’acergas
que siempre es lo más barato
poique se cría en la güerta,
y como abora las mujeres
quién tener linia moerna
por juerza estarán flacuchas
por curpa e la fartriquera
que siempre la tién vacía
por no tener una perra,
q’anque el probe der marío
trebaje com’una fiera
nunca l’arcanzara el jornal
ni siquía una quincena.
Y como abora to er mundo
sea de Churra u L`Arboleja
quié vivir com’un rajá
a costa e lo que sea,
s’ha esfisao ca zarangollo
en la Zudiá y’en la güerta
que no sabes d’ande sale
pa tuiquio lo que se merca,
y’ansí va la Conomía
que lleva una carruchera
derechiquia ar suelo el pozo
si es que Dios no lo rimedia
pos tó son protestauras
embargos y papeletas,
pos munchos quién vivir
del cuento y las cosas feas
y no saben ande está
la solurción al problema
que a mi corta entendeura
es trabajar más a priesa
arrimando tos er hombro
pa empujar a la carreta
sin mirar quien va montao
llevando las ramaleras,
que al fin y’a la prepartía
no es nenguna comenencia
tener que solucionar
la clisis que nos rodea.
Y como yo no puó hacer
milagros pa resorvella,
como no s’arregle pronto,
en lo arto e la higuera
corgaré el bastón de mando
pa que lo coja el que quiera.
HE DICHO
Güestro Perraneo
PENCHO ‘‘CIRGÜELA’’

martes, 12 de enero de 2010

Un orni encomedio e la güerta.



Esta verdaera estoria pasó, hace una parvá e años, en er partío e Cobatillas, encomedio e la güerta, ande er tío Juan Garre, mas conocío por Gachasmigas, tié una tierra mu bien cudiá, con unas crillas asín de jrandes (anqu’esté feo señalar) y un roal e malacatones que dá loria mirallos.

Pos estaba er güen hombre jalándose un ajo-pringue y pensando en unas pagamentas, cuando allegó la Juensanta, su hija moza, por er carril der azarbe.

-Digo, paere, que si osté no manda otra cosa, la Maruja y yo queremos ir al anochecío ar güerto der tío Flugencio. Y no es pa ná malo, que nusotras semos moernas, pero sin desagerar. Alluego, er mesmo tío Flugencio nus trae y asín no venimos solas.

-¿Y se pué saber pa qué pijo vais ar güerto ese, dimpués d’acostarse las gallinas?

-Pos pa eso der orni. El arradio ice que allega esta noche aquí, a este partío.

-No sé que gatuperio es eso der orni. Si no me lo esmoñigas una miaja

-Lo de los trasterrestres, paere. ¡Si lo han puesto en er cine y tó!... Se ve una lus mu jrande y deseguía va bajando de to lo arto una cosa reonda como una lebrilla, con una musiquica mu güena. Y aluego icen qu’asoman la caeza unos nenicos y si esfisan gente honrá le hablan y l’enseñan l’aronave.

Er tio Gachasmigas s’arrascó un esjince que tenía en er cuello y replicó:

-Pos si es aronave, muncho mejor sería, digo yo, que bajara en Cartagena, qu’es puerto e mar. Aquí no hay agua ni pa una sé.

La Juensanta no sabía desplicar aquello que p’ar probe hombre era un gallomatías.

-¡Ay, paere! Es que se llama aronave como podía llamarse corrigüela. Las cosas de los trasterrestres son asín.

-No sé, no sé dudaba er güertano-. Tos esos chismes que volotean a mí me paecen besibilos u pantasmas.

-Vienen der cielo, paere. Y der cielo no pué venir na malo.

Er Gachasmigas se queó una miaja pensativo.

-Tamién es verdá. Ar fin y a la prepartía, serán gente d’Ilesia.

Y como la Juensanta teníba la enza d’ir ar güerto der tío Flugencio, por lo que dimpués se dirá, er Gachasmigas s’ejó convencer por la moza.

Tanimientras, en la barraca der tío Julián er de la Gaspara, pasaba argo mú parecío. La Maruja, que tamién era moza, le sortaba a su paere la soflama de que el arradio había dicho qu’un orni iba a caer encomedio e Cobatillas, y qu’er sitio endicao era er güerto der tío Flugencio, que estaba mesmamente ar gorver er puente e la cieca, u sea, a la vera der camino e la frábica e conservas.

Er tío Julián no veía mu claro aquello de que la Maruja juese a lo der orni cuando ya estaba escurecío, pero tantas repalandorias le sortó, quel hombre, con la cansera de tó un dia e trebajo, ijo que güeno, pero con er conque de que no gorvieran tarde.

-¡Vaya retólicas que tié la moza! pensó er de la Gaspara-. Estaba yo dimpuesto a icille que no y ar final s’ha salío con la suya.

Lo que no sabía er güertano, ni podía imaginallo siquiá, es que lo der busili der orni era un supreflugio e los novios e la Fuensanta y la Maruja, u sea, er Ramón y er Mariano. Y muncho menos que to ese enreo no teníba otra dentinción qu’irse las dos parejas a lo más escondío d’un güerto pa hacer toas las picardías que pudieran. Y es que los tiempos están mu regüertos y la joventú ha perdío er pudol y la ecencia.

Como iba iciendo, las dos mozas, sin más desplicadurías a naide, se jueron con los novios a la finca der tío Pencho, y se metieron por los limoneros dista unas bardas ande florecían alarises y jasmines, y allí s’asentaron.

Platicaron un ratico, s’encendieron las estrellas, cantaron angunos grillos, y los mozos, qu’eran rebullentejos, principiaron a encalabrinalse, amparaos en la escuriá.

-¿Se pué saber qu’haces, Mariano?

-Na, mujer, arrepretalme un poco pa ver si er orni aparece.

Y con la otra pareja casi la mesma estoria.

-Las manos quietas, Ramón, que no hemos venío a eso.

-Es qu’esto der orni me pone un poquico enquieto. Sólo queríba hacerte una caricia.

-¡Si es que no paras, hombre! Y con lo escuro qu’está me dá miedo. Es como si m’estuviá tocando un aparecío.

Pasaron unos menutos y los mozos encelaos en lo suyo.

-Me paice a mí dijo de pronto er Mariano- que los der orni no vienen por lo que yo me sé.

-¿Y qu’es lo que tú te sabes? preguntaron ellas.

-Que s’asustan ar devisarnos tan vestíos. En las estrellas y to eso d’arriba no llevan denguna ropa. Allí no es costumbre.

Er Ramón, qu’era avispao, l’echó una mano a su amigo pa mejor conseguir sus prepósitos.

-Es verdá. En las galarsias no usan fardas ni carzones ni tos estos moernismos.

-¿Seguro?

-Tan cierto como qu’estamos vivicos y coleando. ¿Tu has esfisao angelicos vestíos con zaragüelles?

-Pero los trasterrestres no son ángeles

-Se paecen muncho, munchísmo. Vienen der mesmo sitio.

-Tampoco hace farta quitárselo tó -ijo er Ramón p’animar a las zagalas-; pero si nusotros nos quitamos las camisas y vusotras las brusas, la cosa cambia una barbariá.

-¿Tu crees? gorvieron a preguntar ellas.

-Dende luego. Y aemás, aquí no hay sofoco pa naide por lo escuro qu’está to. Y que s’hace pa qu’er orni ese venga de una ves.

No se sabe si las mozas creiban de güena fe que la ropa era un estolbo pa lo der orni o questaban ya recalentás con los arrepretones y los palpeos. Er caso es quentre risicas y palabras tiernas, se despechugaron deseguía.

Y pasaron varios menutos más.

-Pero ¿no viene er orni?

-No tengais apuro, que to llegará.

Al ratico, otra ves:

-Pero, ¿es que no baja?

Y er Mariano y er Ramón, inventando fantasías pa seguir en su faena.

-S’habrán rescullío pa l’Arboleja. No tardará. Primero s’oye una musiquica y aluego se ve la lus. Vusotras tranquilas, qu’estais bien acompañás.

De pronto, la Maruja dio un repullo:

-¡La lus!, ¡la lus!. ¡Ya están aquí!

Y allí estaban, dende luego. Pero no los ornis y toas esas turomaquias, sino tres presonas que venían mu abonico con linternas y garrotas.

Resurta qu’er tío Gachasmigas se queó con er regomello de si lo de los trasterrestres sería anguna cosa mala pa las zagalas, y como era argo viejo y esconfiao, llamó a dos sobrinos que vivían allí mesmo, en er quijero e la cieca, y se fueron p’al huerto der Flugencio.

Ar devisar a las mozas tan espechugás y con la ropa esturreá por l’arfarfa, ar tío Gachasmigas por poco le dá un pipirijate.

-¡Sinvelgonzones, que seis unos sinvelgonzones! Esto era lo der orni ¿eh? Pos aquí teneis er orni”…

Y con la garrota en arto se puso a repartir maera a los mozos, que salieron disparaos como cobetes en cuanti que pudieron.

Ellas s’arrepretaban la una contra la otra y pedían perdón con una llantera mu jrande.

-¡No teneis moral, ni prencipios, ni ná! Ar menor descudio os esfarais. ¡Mardita sea! ¡Tan mansas como pareciais!

S’armó tal desageración d’aspamentos y gritos qu’encomenzaron a dispertarse los fecinos. Er primero jué er tío Flugencio, que se creíba qu’eran ladrones. Se maliciaba er tío Pencho que le robaban los limones y, por si acaso, pegó dos tiros al aire y chilló con una vos mu juerte:

-¡Tó er mundo quieto u llamo a la Gualdia Civil!

Er tío Cerriche, que vivía cerca, dio un sarto en er catre, blanco como la paré:

-¡Josefa, otro gorpe d’Estao!

-¡Virgen e la Juensanta! ¿Y qu’hacemos?

Er Cerriche no lo pensó muncho:

-¡Ar suelo, ar suelo abora mesmo! ¿No t’acuerdas de la tele?

Escagarrizaos de miedo y apretaïcos contra er catre, er Cerriche y la Josefa, ejaron pasar un güen rato, encomendándose a tos los santos der cielo.

Ar dia siguiente, er Gachasmigas platicaba con su mujer:

-Digo, María’l Calmen, que por si una cosa u por la otra, la nena y er mindango ese deben casarse como Dios manda. Asin que nos vamos a Murcia a mercar lo preciso, que yo no quieo andar en llenguas.

jueves, 7 de enero de 2010

Ahí se queáis con el Uro.


TESTAMIENTO E LA PESETA



Yo qu'he sío lo más jrande
qu’hubió enjamás en la tierra,
a quien to’r mundo quería
como si el Mensías juera,
ya que en cuanti qu’allegaba
s’arremataban las penas,
tengo abora que ejaros
poique en la Uropa uropea
s’han pensao que ya no vargo
ni una miaja tansiquiera.

Y como no hay en España
denguno que me defienda,
m’han condenao por inútil
y’han leyío mi sentencia:
“Dende er mes e San José
p’alante, ya la peseta
ha espichao pa tos los siempres
rescantimpace pa insécula”

Po eso mesmico abora
pa esahogarme la tristeza
quió iciros dos cosicas
que aquí, mu adrento, me pesan:

         PRIMERA

¡Mía que seis esajraecíos,
tuviá que daros virgüenza!
No s’acordáis que de zagales
pedíais a güestra agüela
anque juá sólo una
siquiá e mis compañeras.
Y yo, pensando en gusotros
en ves de quearme entera
me partía en cuatro rales
que s’espiazaban en perras,
qu’eran gordas u eran chicas
y asin l’agüela pudiera
repartir a tos los nietos
y tos perricas tuvieran
pa poer asín mercarse
una trompa con su cuerda,
un carchutiquio e pipas,
caramelicos e menta,
rogalicia, molinillos,
tramusos, petos y piedras
de lumbre, que chispeaban
si las tirabas con juerza...

¡Güenos tiempos los d’antaño!
quien p’atrás gorver pudiera....

Cuando yo m’arrejuntaba
con cuatro más, ya no era
una pesetica sólo,
¡era un duro, d’una pieza!
y hasta allegué a ser de plata
qu’eso sí qu’era jrandeza.

“Der tío sentao” me icían
y’el que teniba una ocena
era más rico qu’el Ray
d’España u d’Ingalaterra.

Cuando m’echaban encima
der mostraor o una mesa
zurría como campanas
repicando dando vuertas.
Er que pagaba icía
más arbulloso qu’ochenta:
“T’or mundo está convidao,
qu’es mi santo y hoy es fiesta.”
Y bebían correntales
con torraos u con almendras
mentres que yo esfrutaba
lo mesmo que burra suerta
pensando pa mis adrentos
que tuiquia la fiesta aquella
l’habían pagao conmigo
y que aquellas gentes eran
una miaja más amigos,
como son las gentes güenas.

Y echando er duro ar cajón,
dimpués e sacar la cuenta
entavía al hombre aquel
l’egorvían unas perras
pa ir al otro ventorrillo
y conviar al que juera.

           SIGUNDA

Más p’alante...poco a poco
se me jué yendo la juerza,
y ya sola no valía
pa mercar una montera
ni a las barracas podía
traller  naica e la tienda
pa que comieran los probes
que no ganaban apenas
ni trebajando a jornal
ni espiazándose en la tierra.

Jueron pasando los años
ca ves con más robinera
y estaban tan trespunchaos
que liaron una guerra
ande hermanos contra hermanos
se mataban como fieras,
y hubió pesetas azules
y tamién rojas pesetas
dista que s’arremató
jracias a Dios toa la gresca,
se pusieron ar trebajo
y a mí me ejaron quieta.

M’hicieron más menuíca
y pa que d’oro paeciera
me pusieron d’un color
entre pajiza y trigueña
que tos m’icían la Rubia
y a mi me daba virgüenza.

En papel, tenía la cara
d’un tal Don Pijote puesta,
y si era duro, allevaba
pintá la cara e Séneca.
Y hasta filletes de a cien
(cuatrocientos rales eran)
que si esfisabas anguno
es qu’habías vendío la cherra.

Pasemos tiempos mu malos
de pan negro y de miseria
y hubió, con el estraperlo,
quien llenó la faltriquera.

Pero como aquí sabemos
sacar partío a la tierra,
y’er Segura no era antonces
el escusao que hoy apesta,
trebajando como furros
poco a poco Uropa entera
l’hamos llenao d’alcaciles,
de coles y merenjenas,
de cirgüelas y abercoques
y frutos e nuestra güerta
qu’han tinío qu’icirnos:
“Parar er carro, puñeta,
que no nus quean devisas
pa pagar tanta cosecha”
Y las devisas, que son
mis primicas uropeas
nos han trallío and’estamos
que cuasi tos tienen perras
y anque siempre estén llorando
pidiendo más pagamenta,
los coches ya no nos cogen
en la zudiá ni en la güerta,
y a la hora que t’arrimes
las tascas están ripletas.

Y cuando estaba escudiá
ya tranquílida y sin peplas,
allegó el URO a joerme
y de mi barraca m’echa
poique asín lo han decidío
los que mandan en Gruselas,
y sin dengún regomello
m’amortajan y m’entierran.

Pos güeno, aquí se queáis,
sin parar d’hacer las cuentas
pa saber si los tomates
valen dies u valen trainta,
to dios con su maquinica
venga puncharle las teclas
pa que ar remate los roben
mentres qu’estáis en la higuera.

Pero ya s’acordaréis
de mí en mu poquicas fechas
cuando esfiséis que los precios
percanzan la tratosfera
y cuesta to más der doble
poique el URO riondean...

          REMATE

Como no hay dengún rimedio
que risuelva mi trigedia,
quió ejar mi testamento
a t’or que ascucharme quiera:
Cuando pase muncho tiempo
y naide esfisarme puea,
ricordalle a güestros hijos
qu’una ves y con pesetas
regalásteis a la novia
un ramico d’azucenas,
que me dísteis en limosna
pa socorrer a una vieja,
que juí arras en las boas,
que conmigo, en Nochegüena
se mercaban mantecaos,
y ayudábais a la Illesia.

Que hista pa contar los años
con mis rales los sirviera,
t’icían: “Ya tengo er duro
y la mili ricién hecha”
poique habían cumplío los vainte
y eran ya presonas serias.

Icille a tos los zagales
que anque pagué cosas feas
poique los hombres son hombres
y angunos no tien ecencia,
igual serví pa que munchos
argo más felices jueran.

Esplicalle a güestros nietos
que tamién tuve concencia,
pa que asina, cuanti menos,
mi ricuerdo no se pierda,
y pué ser que anguna lárima
por mi memoria se vierta.


Firmao: Doña Peseta Rubia Cuatrorrales (q.e.p.d.)

Autor: AGUSTÍN SÁNCHEZ MARTÍNEZ.

Revisión y adaptación: Impertérrito.

"LLIBERTÁ Y GÜEN HUMOR"