miércoles, 5 de enero de 2011

Navidá y Reyes en la Güerta e Murcia (y II)

To'r mundo güerve cantuseando las coplas del aguilando, tos vienen felices y contentos, esta noche ha nacío el Niño. No hay otra noche mas hermosa qu’esta en la güerta. La allegría es contagiosa, to'r mundo canta, tos se felicitan, d’una forma, d’una manera, que paece sino que to el partío sea una sola familia.

La noche sigue cayendo, poquico a poco. La helor, va gorviendo der color e las perlas, el verde tapis e la güerta. Hace munchismo frío, pero los corazones están mu calientes, y’en los labios brotan a borbotones las coplas con allegría, y las manos hechas yesca, de tantismo tocas las guitarras y bandurrias.


Los pastores que supieron
qu’el Niño queriba fiestas,
hubo un pastor que rompió
cien pares e castañetas.


Tanimientras, cubierta por los negros lutos e la noche, adentro d’una barraca, una probe maere afligía s’ha quedao durmiendo, con los ojos llenetiquios e lárimas, acurrucaica e frío, y con la mano erecha acariciando la cara der zagal, rubio como las candelas, y que tié por toa la cara una sonrisica, tan fresca, que no paece sino que juá er mesmo Jesús durmiendo en er pesebre, como aquella otra nochegüena d’hace munchismos años.

Ya van rematando las fiestas, cuasi to va gorviendo a la normaliá. La güerta sigue su curso, y la vía familiar, en toicas las barracas, se va esarrollando e la mesma forma qu’enantes juá.

Han pasao dias mu amargos pa la probe Maruja, la viuda. Dias e munchismos ricuerdos, e munchismas pequeñicas cosas que pa ella, en su corta esistencia, han marcao e forma efinitiva su atormentá vía.

Y que, agora, mentres que lava la ropa d’angún señorito e la capital, va ricordando, como si juá una d’esas películas que a ella tantismo le bustaban, cuando venía a vellas a la zudiá, por los dias e feria.

S’ha pasao ya er dia d’inocentes, tan marcao pa ella, pos jué ese dia cuando s’enamoró perdíamente d’aquel marío qu’el Señor, tan pronto, l’arrebató. Lo recuerda como si juá ayer mesmo: Encomencipiaba er baile e pujas, que la campana d’auroros hacía tos los años, pa sacar fondos pa las misas e los defuntos y las neseciaes propias e la cofradía. Ella, fresca y pura como una clavellina d’abril, prencipiaba er baile. Entonces su otro novio, er Juan José del Miserias, ofreció cuatro reales. Apareció er Blas y lo subió a ocho. Picao Juan José en su mas oscuro fondo, ofreció dies. A catorce lo subió el otro, vainte daba er del Miserias, y trainta jué er remate p’al de l’Alberca. Y claro, er baile jué pa él.

Entavía recuerda Maruja, aquellas palabras del atrevío vesitante, cuando elante e t’ol partío, dijo en vos alta ar Juan José: “En poco valoras tu lo que tiés, anque tamién es verdá qu’en jamás oí yo icil, que la Virgen e la Juensanta tuviá una copia, y que se pagara tan poquiquio por ella”.

Bailaron tuiquia la tarde, pidió premiso pa vesitalla, ella ar prencipio, se negó, pero ar fin remató cediendo. Y aquello que prencipió unas Pascuas, acabó con las bendiciones del señor cura, por San Juan, endispués d’un año.

¡Cuantismos ricuerdos! La Navidá era pa ella un completo ricordatorio e fechas y deminutas cosiquias, que l’hacían mu felis. Pero agora, la estrujaban el alma, y hacía que por sus delicaicas mejillas corrieran las lárimas.

Toico esto pensaba remaniente a su probe vivir, cuando llegó s’unica alegría, su zagal, el angeliquio que, como icía ella, er Paere Eterno l’había puesto pa vregilalla y que no hiciá un disparate, poique sin su Blas, no podía seguir viviendo.

-Maere, maere, ¿sabe osté una cosa?

-Dime rey mío.

-¿Sabe osté?, er Juanele e la Pollera, la pidío a los Reyes un tambor d’hojalata, Antón er Perintin una escopeta e maera, la Santi der tío Cojeras, una ristra e peroles, Facorrico el hijo der Merlas un carretón… y yo, maere, ¿sabe oste, que le pidío? Pos un caballiquio e cartón, como aquel que vimos cuando juí con osté a la zudiá, en la calle e las tiendas.

A la probe maere, se le puso un núo terrible en la garganta, que paecía que d’un momento a otro la juá ahogar, a la ves que principiaban a escurrírsele las lárimas.

-Probe hijo mio, pa ti no habrá Reyes, ni naica, ¿no ves que no tenemos una perra, que semos mu probes?

-Pero maere, si no hace farta, ice er señor cura que sobra con haber sío güeno, y yo lo he sío, ¿verdá maere?

-Mía Blasico, tú eres mas güeno qu’er pan, y sino juá por ti, esta probe e tu maere, hace munchismo tiempo que se juá ío d’este mundo, pero no pué ser, ¿no ves qu’estamos e luto?

-¿Y qué maere?

-Pos na, hijo mio, que los Reyes no sabrán ni ande vivimos en la güerta, poique nos acostamos mu trempano, no hacemos apenas ruío, está to'r dia la barraca trincá, y poique tu paere no está con nusotros.

-Güeno, pero no hace farta naica d’eso, icen que sólo hay que poner las esparteñas po ezaga e la gatera, y que los reyes lo ven toico, y lo saben tamién.

-Anda Blasico, ayúdame a llevar éstos lebrillos pa la casa, y éjate e toas esas cosas.

-Se lo dicío a to'r mundo. Ya verá osté, ya, como voy a jubar con mi caballo, y le voy a llamar Lucero.

-Blasico, lleva cudiao, ¿no ves que me tiras la sábena jrande? ¿Es que no pués con er bulto?

-Si que pueo, maere. ¿Sabe osté?, se lo he contao dist’ar tío Colás, que ya no me ice na malo, como enantes.

-Mu mal hecho, te dije que no gorvieras a molestar. ¿Ves como has sío esobediente?

-No, si ma llamao él.

-Güeno, pos ni asín te cerques.

-Pero maere…

-A callar y arrea p’alante.

Que triste era to pa ella, Dios mío, qué miseria tan jrande, ni siquiá un puñao e bolicas d’anis podría ella mercalle ar zagal. No podía, ni un real teniba siquiá. Esto l’hacía estar ca ves mas triste y la murria l’asfisiaba, a medía que llegaba la noche e Reyes.

Platicando con la Pascualusa, su güena vecina e siempre, s’ahogaba en llanto, d’impotencia ante aquello, qu’era toa la felicidá e su criatura.

-Mia que te digo Maruja, er mundo hay que tomallo como viene, y quió icil que a poco trigo, pan rigüerto; qu’er que se cae a una cieca, a una cepa s’agarra y que argo, mentres qu’er mundo sea mundo, siempre es más que ná. Conque no lo pienses más, pide prestao, los señoritos te fían, y mércale ar zagal er jubete.

Pero ella, no podía. Entavía l’estaba pagando a D. Rafael el dinero que le dejó a su probe marío, Dios lo tenga en la Loria, p’arreglalle la barraca, pa que ella y er zagal u la zagala, qu’entavía no se sabía lo qu’iba a ser, tuvián ande cobijarse en to tiempo. Debía munchismas perras entavía, y no se podía premitir er lujo e mercalle ar zagal ni siquiá un molinico e caña.

Pero como toíco llega en esta vía, llegó la noche e Reyes. Aquella tarde, er zagal, apenas s’había perdío el sol po ezaga e los montes, ya estaba hecho un ovillico dentro der catre, tapao dista la caeza, durmiendo como un bendito, agora, eso si, enantes d’acostarse había puesto las alpargatas nuevas al laico e la gatera, y l’había ejao a su maere er recao de que por naíca der mundo lo dispierte, pos los Reyes pasan e largo si lo encuentran espabilao.

La maere no podía dormir aquella noche, no paraba e pensar en el dispertar de Blasico a la mañana siguiente, er disjusto que s’iba a llevar cuando lo esfisara to tan vacío. Lloraba la probetiquia tapandose la boca con la vieja manta, pa no dispertar ar zagal. Sintió que se moría, le fartaba el aire, y mu alterá se levantó e la cama, pos s'asfisiaba e pena, y le paecía que hubiá llegao la hora e morirse.

Jué entonces, cuando vido argo que la dejó entavía más fría a la probe e lo qu’estaba. Vido una fegura humana escurrirse en er cañar y salir por toa la senda, enfilando pa la barraca. Se queó paralizá, alguien venía pa ella, con un bulto entre las manos y con muncha priesa. A punto está e gritar, cuando se quea mu tiesa, cuasi no cree lo que ve. Es er mesmo tío Colás el Miserias, que suándo y resoplando con sus poquíquias juerzas, s’agacha en la puerta, deja en er suelo er pesao saco, lo estapa, y apaece un precioso caballiquio blanco e cartón, que a la lus e la luna, paece e pura plata. En rematando su faena, se güelve por ande vino, no sin enantes ricuperar las juerzas.

Pero Maruja, no ha sío la única testigo. Allá en lo alto der cielo, asentaos en una nube e perlas, dos hombres vieron también la escena, y en rematando el tío Colás, mu apretujaiquios s’han abrazao, mentres que las lárimas se l’escurrían por sus caras.

A la mañana siguiente, er Blasico y su maere, la Maruja, esfisaron a lo lenjos ar tío Colas. Blasico iba contentismo con su caballiquio e cartón. Er tío Colás, al vellos, se queó quieto parao.

-Anda, Blasico, enséñale ar tío Colás tu caballo. ¿Verdá que es precioso, tio Colás? ¿Verdá que es er mesmo que osté hubiá querío regalalle?

-Pos claro que si, Maruja. Los Reyes, que to lo saben, l’han traío ar Blasico su caballiquio, poique ha sío mu güeno.

-Dios lo bendiga, tío Colás.

Y llorando los dos, se dieron un juertísimo abrazo mirándose y esfisando ar cielo, ande estaban los seres queríos qu’habían perdío, abrazando también ar Blasico.

A la fin y a la postre, han resurtao ser unas güenas Navidaes y un güen dia e Reyes, ¿verdá?

2 comentarios:

  1. A punto ha estado de hacerme llorar a mí también el tío Colás, Imper, y es que uno con sus soledades... pues eso, que qué noches de Reyes más solas llevo estos años. Pero al menos es bueno ver que amigos como tú vuelvan a aparecer por los blogs

    Un abrazo grande, Imper, y que te traigan muchas cosas.

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  2. ¡Qué mareo! Llevo leyendo un cuarto de hora, jeje, vienes con ganas, así así, un abrazo.

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